30 de diciembre de 2015

Homilía para la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y Epifanía del Señor

COCTEL PARA EL CAMBIO DE AÑO

Despedida del año 2015. Bienvenido 2016. Maternidad Divina de María. Bajada de Reyes. Epifanía: Todo en un paquete.
Gocemos de tanta riqueza en un mosaico de pensamientos.

*       Adiós 2015
Con dolores y gozos de todo tipo… cada uno conoce lo suyo. Medítalos y pon por encima toda la bondad de un Padre bueno que te quiere a ti “como eres, para transformarte y ayudarte a crecer”.
Esto repetía Juan Pablo II y hay que aprovecharlo porque, seamos como seamos, siempre podemos mejorar y mucho, por cierto.
A nivel mundial no nos hemos lucido.
Como humanidad: demasiados muertos. Unos antes de nacer, otros antes de tiempo y muchos asesinados en plena juventud.
La Iglesia ha llevado la peor parte:
Hay que reconocer que está sufriendo la peor persecución de sus 2000 años de vida:
En nombre de una libertad malignamente interpretada, se la quiere anular, hacer desaparecer.
Solo el poder infinito de Dios puede sacar un futuro mejor en medio de tanta persecución.
Señor, ¡perdón! ¡Misericordia por los malvados! ¡Convierte a gobernantes y terroristas! Hazlos hombres y mujeres más humanos.

*       Bienvenido 2016
Es un año nuevo. Mejora tus relaciones con los tuyos. Siembra ternura, servicio y amor… y cosecharás una medida abundante.
Aprovecha de manera especial la misericordia de Dios que este año, de una manera nueva y muy distinta, nos ha ofrecido a todos, el pequeño Jesús para que descubramos en Él “el rostro de la misericordia del Padre”.
¡Feliz año!
Hazlo nuevo para ti y para los tuyos y renueva todo lo que pueda ayudarte por el Espíritu Santo que nunca te abandona. Él va dentro de ti haciéndote su templo.

*       María Madre de Dios (1 de enero)
Una antífona de este día para meditar profundamente:
“¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su Divinidad”.
Es cierto que cada uno engendra según su naturaleza y María, como mujer, nunca podría engendrar a Dios.
Pero nosotros sabemos, por divina revelación, que cuando Dios decidió entrar en la humanidad y tuvo que escoger una puerta para hacerlo, como lo hace un hombre cualquiera, escogió a la joven María.
Buscó una mujer bellísima para que le diera un cuerpo.
Como a todo humano, Dios le infundió un alma y, por un milagro que solo Él puede hacer, se metió la Persona divina en esa criatura y de María ¡nació un hombre que era Dios!
Es misterio. Solo la fe acepta.
No basta estudiar teología o biología.
Dios es el Señor de la historia y quiso intervenir de una manera “lujosa” y única.
María es Madre de un Hijo que es Dios.
María es Madre de Dios.
Misterio y fe.
Felicidades María. Eres única. Eres la Madre de Dios.

*       Epifanía (3 de enero)
Epifanía es la manifestación de Dios a los hombres.
Hay una antífona que se reza en las segundas vísperas de la fiesta que nos aclara todo lo que encierra para la liturgia esta celebración:
“Veneramos este día santo, honrado por tres prodigios: hoy la estrella condujo a los Magos al pesebre; hoy el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos”.
Toda esta riqueza es la epifanía.
- En efecto, en la Eucaristía meditaremos cómo Herodes, con astucia, orienta a los Magos hacia Belén y los Magos adoran en el pequeño a Dios.
Lo adoran sin discutir ni por la familia ni por la pobreza ni por la casita en que viven, ni por el pueblo.
Encontraron al Niño con su Madre y ofrecieron dones regios: oro, incienso y mirra.
Una lección:
Cuando hay un camino peligroso hay que ingeniarse para buscar otro y llegar a la meta.
- En el bautismo el Padre dice: “Éste es mi Hijo amado”.
Lo meditaremos el próximo domingo, para cerrar el ciclo litúrgico navideño.
- En Caná Jesús hace el primer milagro manifestando su  poder.

*       Bajada de Reyes
En muchos lugares el 6 de enero se celebra la “bajada de Reyes”.
Cuando hagamos este tradicional compartir pidamos a Dios, mientras vayamos guardando las “figuritas”, nos conceda vivir el año que empieza imitando las virtudes de la familia de Jesús de Nazaret, para que tengamos un año muy feliz y podamos celebrar juntos la Navidad el próximo año.
Feliz Año 2016, amigos todos, porque tenemos a Dios con nosotros.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

24 de diciembre de 2015

Reflexión homilética para la Natividad del Señor y para la Fiesta de la Sagrada Familia

LA MISERICORDIA TIENE UNA CUNA

La liturgia del 25 de diciembre tiene una riqueza enorme.
En primer lugar hay cuatro esquemas para celebrar la Eucaristía.
El primer esquema que encontramos es el de la vigilia, en la que se nos dice “hoy vais a saber que el Señor vendrá y nos salvará y mañana contemplaréis su gloria”.
Por eso, llena de confianza, la Iglesia pide a Dios que, así como acogemos gozosos la venida del Verbo a la cuna de Belén, podamos recibirlo también llenos de confianza cuando venga como juez al final de los tiempos.
El segundo esquema es el de medianoche.
En esos momentos se nos recuerda el pasaje tan querido en la Iglesia de Jesús, según el cual, María y José iban de posada en posada hasta que le llegó a María el momento de dar a luz “y dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no tenía sitio en la posada”.
El anuncio de los ángeles a los pastores sigue resonando de siglo en siglo: “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
Si la misericordia de Dios ahora tiene un rostro que es el de Jesús, será bueno que le pidamos confiadamente que nos envié al menos unas migajas de paz para este mundo tan hambriento que ya no quiere comer.
Al amanecer tenemos también la Santa Misa que con la aurora nos invita a meditar con María lo que José y ella habían vivido, lo que los pastores les habían contado y cómo “María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”.
Finalmente, la Eucaristía del día, nos presenta el misterio más profundo que debemos meditar en esta Navidad:
“En el principio existía ya la Palabra y la Palabra era Dios. Por medio de ella se hizo todo. En la Palabra había vida y la vida era luz…”
¡Tanta grandeza termina en una pesebrera!:
“Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros”.
Descubrir en una cuna a Dios “a quien nadie ha visto”, éste es el misterio más grande que jamás comprenderemos, pero que siempre debemos adorar y agradecer.
Esto es lo que el Papa nos invita a meditar de una manera especial en el año de la misericordia, al recordarnos que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”.

LA SAGRADA FAMILIA, JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

“Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre”.
Ese es el misterio de la Sagrada Familia “que Dios ha propuesto como maravilloso ejemplo a los hijos de su pueblo para que imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor” podamos llegar un día a vivir en la familia de la Santísima Trinidad.
El Eclesiástico nos recuerda la autoridad paterna y nos dice: “el que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros… el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha”.
Consejos importantes en este momento histórico en que se hace tan difícil encontrar familias en las que reine el amor y el respeto.
El salmo responsorial es el 127 y nos muestra las bendiciones de un hogar en el que se vive el temor de Dios: “dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos… tu mujer como parra fecunda en medio de la casa; tus hijos como renuevo de olivo...
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor”.
San Pablo da a los colosenses unos consejos bellísimos que te ayudarán a ti y a toda tu familia para ser un hogar feliz. Te invito a meditarlos, y si los pones en práctica encontrarás la bendición de Dios.
El Evangelio de hoy nos recuerda cómo los padres de Jesús vivieron un momento de verdadera angustia cuando se les perdió Jesús en el templo.
Es un momento muy duro que puede suceder a cualquier familia. Pero evidentemente que en el caso, se trata de unos padres maravilloso y un hijo que tiene todas las perfecciones imaginables.
Cuando lo encuentran angustiados, la Madre con espontaneidad, le pregunta:
“¿Hijo, por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.”
Jesús, con toda tranquilidad y sin ningún remordimiento, les contesta:
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”
José y María tienen únicamente la respuesta de la fe y la humildad más profunda: ¡el silencio!
De María sabemos expresamente que “conservaba todo esto en su corazón”.
Meditemos, amigos, por dónde quiere Dios que vaya la familia humana si quiere ser feliz.
En la familia de Nazaret encontramos la grandeza de la Trinidad Santa que es, a un tiempo, Trinidad (comunidad) y unidad.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

17 de diciembre de 2015

Texto y audio de la reflexión homilética para el IV domingo Adviento, ciclo C

LA ESCLAVA ESTÁ A LA PUERTA DE LA MISERICORDIA

*       El versículo aleluyático del cuarto domingo de adviento nos presenta a María, que es la representante de la humanidad, respondiendo a la invitación de Dios.
Dios le pregunta si quiere ser su Madre.
Ella responde:
- Yo no soy más que la esclava del Señor. Que se haga en mí lo que dices.
En ese momento la humanidad entera, en Santa María, se pone a la puerta para esperar y acoger en el seno de una joven toda la misericordia de Dios, prometida después del pecado original.
María se convierte así en la puerta de aquel que dirá un día:
“Yo soy la puerta”.
Por María Dios se hace hombre y “el Verbo se hizo carne”, como “uno de tantos”.
¿De tantos?  Sí, ¡pero era Dios y seguirá siéndolo!
Este es el gran misterio de la encarnación que la Iglesia nos recuerda tres veces cada día.
*       El profeta Miqueas
¿Y quién es Miqueas?
No sabemos mucho de él.
Su nombre significa “quien como el Señor”.
Vivió en el siglo VIII a.C.
Entre los muchos gritos de denuncias y condenas del profeta nos encontramos, entre otros, con el texto que leemos hoy y que nos habla de esperanza.
Una cita muy apropiada para acercarnos, con la liturgia, a la venida del Señor:
“Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel”.
Este jefe será “pastor con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios”. Y añade todavía otros detalles:
“Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra y éste será nuestra paz”.
No podemos olvidar que pronto oiremos a Herodes explicándoles a los magos que, según el profeta (Miqueas), el Mesías debía nacer en Belén (ver Mt 2,6).
*       El salmo responsorial (79) recoge la canción del pastor y de la viña.
Nos da a conocer el contraste entre el pasado amoroso de Dios para con su pueblo, comparado con una viña, de la que dice “sacaste una vid de Egipto, le preparaste el terreno… echó raíces hasta llenar el país”.
En cambio, en el presente, Dios tiene una actitud muy dura:
“¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?”
El salmista grita pidiendo misericordia:
“Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve… despierta tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete… ven a visitar tu viña… que tu mano proteja a tu escogido”.
Y buscando la conversión desde un profundo remordimiento pide:
“No nos alejaremos de ti; danos vida para que invoquemos tu nombre”.
*       En la carta a los Hebreos volvemos a recordar lo que meditamos hace unas semanas:
Jesús sumo sacerdote viene desde el cielo. Se hace un hombre para salvarnos:
“Cuando entra en el mundo” adopta la gran actitud del servidor y sacerdote fiel ante Dios.
Primero reconoce (hablando con el Padre) “tú no quieres ni aceptas sacrificio ni ofrendas… que se ofrecen según la ley”.
Entonces Jesús, recordando el salmo cuarenta, adopta esta actitud humilde:
“Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”.
Es interesante que el salmo que cita la carta, añada: “pues así está escrito al comienzo del libro acerca de mí”.
Si quieres profundizar en la idea busca 1Sm 15,22 y encontrarás que cuando Saúl desobedeció, el profeta Samuel le corrigió diciendo:
“¿Le complacen al Señor los sacrificios y holocaustos tanto como obedecer su voz? La obediencia vale más que el sacrificio”.
Amigos, al acercarse la Navidad debemos pensar que el Niño que viene adopta esta actitud sacerdotal desde el momento de la encarnación.  
Él es el sacerdote que va a convertirse, Él mismo, en sacerdote y víctima agradable al Padre para purificar a la humanidad.
*       El Evangelio de hoy nos recuerda la primera salida de María llevando en su seno al Verbo. Va de Nazaret a Ain Karem.
Jesús, dentro de María, santifica a Juan que está en el seno materno de Isabel.
Isabel profetiza y felicita la fe de Santa María.
Pidamos a la Virgen María que nos visite para que en esta Navidad, crezcamos en fe y esperanza.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

11 de diciembre de 2015

Texto y audio de la reflexión homilética para el III domingo Adviento, ciclo C

DIOS ESTÁ EN MEDIO DE TI

Llegamos al tercer domingo de Adviento.
Posiblemente los ornamentos de hoy en lugar de morados serán de color rosado.
Al prender una de las cuatro velas de la corona de adviento, te darás cuenta también que la vela tiene el mismo color.
En este tiempo, que para la Iglesia es semi-penitencial, se nos invita a pasar un día rebosante de alegría, hasta el punto que este domingo es llamado en latín de gaudete que significa “alégrense”.
Nos vamos a dar cuenta también de que la mayor parte de las lecturas nos hablan de la alegría.
Ya desde la oración colecta nos encontramos con estas palabras:
“Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y de salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”.
*       En su libro el profeta Sofonías nos habla, en primer lugar, del día del Señor y profetiza muchos castigos a causa de los delitos del pueblo de Israel.
Posteriormente nos dice cómo Dios “dejará de ti un resto” al que describe como “un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor”.
El mismo Sofonías repite dos veces en el párrafo que hoy leeremos, estas palabras de Isaías que encontraremos en el salmo responsorial: “el Señor está en medio de ti”, lo cual debe causar una gran alegría y precisamente de ahí provienen las expresiones gozosas de las lecturas de hoy:
“Regocíjate hija de Sión, grita de júbilo Israel, alégrate y gózate de todo corazón Jerusalén.
El Señor será el rey de Israel, en medio de ti y ya no temerás…”
Después de repetir una vez más Dios está en medio de ti, concluye nuestro párrafo de hoy:
“Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como un día de fiesta”.
*       El salmo responsorial no es propiamente un salmo, sino parte del capítulo doce del profeta Isaías que nos invita también al gozo:
“Gritad jubilosos: qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
Al repetir estas palabras como estribillo, te invito a meditar cómo una vez más nos encontramos con la idea tan hermosa de que Dios está en medio de nosotros.
Encontraremos también otras ideas hermosas en el salmo:
“El Señor es mi Dios y salvador… mi fuerza y mi poder es el Señor… Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”.
*       El apóstol San Pablo, a los filipenses  sus amigos, a quienes llama: “hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona”, les pide con insistencia:
“Estad siempre alegres con el Señor; os lo repito, estad alegres… el Señor está cerca”.
Es evidente que este es el gran motivo de la alegría cristiana. La cercanía de Dios en la que se nos invita a meditar hoy insistentemente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Recordemos que precisamente Jesús nos dice:
“Donde están dos o más reunidos en mi nombre en medio de ellos estoy yo”.
Debido a esta cercanía Pablo nos invita a que “nada os preocupe; sino que en toda ocasión, en oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios”.
*       En el Evangelio meditaremos cómo la gente, admirando el sacrificio de Juan en el desierto, iba a él como a un gran profeta para preguntarle, después de oír su predicación sobre la penitencia:
“¿Qué tenemos que hacer?”
La respuesta sigue siendo válida: “El que tenga dos túnicas que se las reparta con el que no tiene. El que tenga comida, haga lo mismo”.
A los publicanos les pide que no exijan más de lo establecido.
A los militares que no hagan extorsión ni se aprovechen de nadie.
Pero lo más importante de este párrafo evangélico es la presentación que el Bautista hace de Jesús:
“Yo os bautizo con agua; pero viene el que pude más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
Esto es lo que la liturgia resalta este domingo. Lo que profetizaron Isaías y Sofonías, lo que pide San Pablo, lo vamos a revivir en la próxima Navidad que ya está cerca.
Procuremos prepararnos construyendo el Nacimiento en familia llenos de ese gozo que nos da el Evangelio que nunca engaña.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

3 de diciembre de 2015

Reflexión homilética para el II domingo Adviento, ciclo C

PREPARANDO EL CAMINO A DIOS

Estamos en el segundo domingo de Adviento.
Las lecturas de hoy vienen llenas de esperanza para el pueblo de Dios y para cada uno de nosotros. Examinemos.
*       El profeta Baruc
No olvidemos la bellísima capacidad que tienen los orientales para personificar las cosas. Jerusalén es un ejemplo importante.
Hoy el profeta Baruc nos presenta a Jerusalén que ha estado vestida de luto por el destierro de sus habitantes y ahora se viste de fiesta porque sus hijos regresan a la patria.
Esos vestidos de lujo son la “justicia de Dios y la diadema de la gloria del Eterno”. A esta Jerusalén, así vestida, el profeta le pide que suba a un monte alto para contemplar a los repatriados que llegan invocando a Dios. De paso, recuerda también, cómo fue la salida al destierro y lo compara con el gozo del regreso.
Para éste, Dios les prepara un camino como el que se hace a los reyes y príncipes de un país.
La descripción es similar a la que nos presenta Isaías (40,4) y que leeremos precisamente en el Evangelio de hoy:
“Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados y a las colinas encumbradas, ha mandado llenarse a los barrancos hasta allanar el suelo para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios”.
Todavía un detalle más del Dios enamorado de su pueblo, que hace que los árboles le brinde sombra y aroma agradable mientras camina. Y todo con alegría “porque Dios guiará a Israel a la luz de su gloria con su justicia y su misericordia”.
Pensemos que así nos protege también Dios a nosotros, para que podamos llegar a la casa paterna. Y si hay que volver a la comunión y superar problemas, recuerda que Dios siempre te espera con detalles de amor.
*       El salmo responsorial (125) es uno de los llamados “de las subidas”.
Es el salmo que inspira la confianza de Israel en el Dios que nunca lo abandona.
Dentro de esta maravillosa creatividad, el salmista nos presenta las montañas que rodean a Israel como los brazos de Dios que protegen y cuidan la ciudad de Jerusalén:
“Al ir iba llorando llevando la semilla, al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas”.
Dios acoge a los buenos, que son los suyos, y rechaza a los malhechores.
Te invito a rezar este salmo con recogimiento y paz y verás cómo Dios protege a los que confían en Él.
*       Pablo reza “con gran alegría” por los filipenses que son sus predilectos, porque ellos aprendieron bien las enseñanzas que les dio y se convirtieron en valientes evangelizadores.
Además, siempre estuvieron muy cercanos a Pablo en la cárcel y pruebas que tuvo que soportar. También les ofrece el amor verdadero que brota del Evangelio de Jesús, diciéndoles:
“El amor entrañable con el que os quiero en Cristo Jesús”.
Por otra parte, Pablo nos ofrece una enseñanza hermosa para cuando recemos a Dios por nuestros seres queridos:
“Que vuestro amor siga creciendo más y más en el conocimiento y discernimiento de lo que es importante”.
El final de la lectura empalma con lo que la Iglesia pide en esta primera parte del adviento, es decir, que estemos preparados para llegar cargados de frutos al final de la vida:
“Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús para gloria y alabanza de Dios”.
*       Lucas pone muchos detalles históricos al presentar a Juan el Bautista, sobre el cual vino “la Palabra de Dios” como venía sobre los profetas antiguos.
En el mismo capítulo nos presentará, más adelante, otros detalles con toda la genealogía de Jesús e incluso nos dirá que cuando Jesús salió a predicar “tenía unos treinta años”.
En este domingo vemos a Juan predicando las palabras que profetizó Isaías, de las cuales ya hemos hablado líneas arriba.
*       Las últimas palabras son también muy apropiadas para este segundo domingo de adviento: “Toda carne (todo ser humano) verá la salvación de Dios”, palabras que recordaremos en el versículo aleluyático.
(Hay que tener en cuenta que durante el adviento se suprime el Gloria de la misa, pero se mantiene el aleluya):
“Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Todos verán la salvación de Dios”.

Pidamos a Dios que este adviento nos vaya cargando de méritos para llegar felices al final de la vida a la casa de Dios como servidores fieles.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

26 de noviembre de 2015

Reflexión homilética para el I domingo Adviento, ciclo C

ADVIENTO: VINO, VIENE Y VENDRÁ

Adviento es que Jesús vino, viene y vendrá.
La carta a los Hebreos lo decía así:
“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”.
* Jesús vino en la encarnación y se metió entre nosotros, hasta la entrega total del amor en la muerte y resurrección.
* Jesús viene cada día porque “está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Viene en cada sacramento sobre todo en la Eucaristía. Viene al reunirnos en su nombre. Viene en el más pequeño de los hombres que encontramos por el camino.
* Jesús vendrá:
La Iglesia lo espera con impaciencia al fin de los tiempos, cuando Jesús será glorificado ante toda la humanidad. A esta venida la llamamos “Parusía” y la Iglesia nos enseña a pedir: “¡ven, Señor Jesús!”
Cada año hacemos también una espera de amor, recordando los siglos de espera en el Antiguo Testamento y completándolo con la vivencia de la ternura de Dios en Navidad.

Hoy entramos en el ciclo C del año litúrgico y el evangelista que nos va a acompañar será San Lucas, el “querido médico” (Col 4,14) y escritor que nos dejó el tercer Evangelio y los Hechos de los apóstoles.
Él pondrá el acento en el trato de Jesús a las mujeres, en los pobres y en la misericordia de Dios, como podremos ir señalando a lo largo del año.
El evangelista Lucas será, precisamente, el que nos dará un aporte especial en el Año Santo que comenzaremos el día de la Inmaculada.

Tengamos también hoy un recuerdo especial para los mártires Miguel, Zbigniew y Sandro, sacerdotes  que serán beatificados en Chimbote el día cinco de diciembre. Que ellos fortalezcan nuestra fe con su intercesión.

*       Y viniendo a las lecturas de este primer domingo de Adviento comenzaremos por el Evangelio.
Comienza Lucas transmitiéndonos un mensaje apocalíptico que es eco del Antiguo Testamento y presenta el fin del mundo con diversos cataclismos, hasta que aparezca el Señor con gloria:
“Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad.
Esa será la señal de la liberación total que trae Jesús a los suyos: “alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.
Por este motivo Jesús nos da unos consejos para poder “mantenernos en pie ante el Hijo del hombre”, es decir, con seguridad y sin temor a ser condenados:
“Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día…
Estad siempre despiertos pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir”.
*       Jeremías, por su parte, nos profetiza un tiempo especial de bendición y paz que llegará por medio de un descendiente de David:
“En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un descendiente legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”.
Llegarán días en que Dios cumplirá su promesa que traerá la salvación y la paz a Jerusalén:
“En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos”.
*       San Pablo invita a los Tesalonicenses, en su primera carta, que es el escrito más antiguo de todo el Nuevo Testamento, a que vivan siempre preparados para que cuando venga Jesús en la “Parusía” puedan llegar felices al Padre Dios:
“El Señor os fortalezca internamente para que cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre”.
Esto es lo que según el mismo Pablo ya les había enseñado:
“Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante”.
Todo esto no necesita explicación sino meditación por nuestra parte.
*       El salmo responsorial (24) nos invita a la confianza en Dios:
“A ti, Señor, levanto mi alma… Señor enséñame tus caminos… haz que camine con lealtad.
El Señor es bueno… hace caminar a los humildes con rectitud.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad”.

Terminemos pidiendo a Dios “que muestre su misericordia y nos dé su salvación”, como dice el salmo aleluyático, y que este tiempo de Adviento sea un tiempo de gozosa espera para la próxima Navidad que se repite cada año, hasta que llegue el encuentro definitivo con Dios que vendrá.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

19 de noviembre de 2015

Reflexión homilética para la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, ciclo B

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

“Señor Padre Santo, te damos gracias porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que ofreciéndose a sí mismo, como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana, y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal:
El reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.
*       Así la Iglesia nos invita a rezar en el prefacio de hoy.
Se trata de un reinado maravilloso.
Sin embargo, no deja de ser muy extraña la forma como Jesús, viviendo en este mundo, pretendió ser Rey:
¡Desde la cruz!
Y precisamente es en la cruz donde ponía su título de Rey y es allí donde pudo leerlo la multitud.
La liturgia por su parte repetirá: “reinó desde el madero”.
La Sagrada Escritura en distintos momentos nos habla del reinado de Cristo:
En el ciclo A nos presenta a Jesús en el juicio final diciendo:
“Entonces dirá el Rey a los de la derecha: venid benditos de mi Padre”.
En realidad el Padre se presenta como juez  último de todo lo que existe, pero en este episodio presenta al Hijo del hombre como Rey.
Jesús explicó en otra oportunidad:
“El Padre no juzga a nadie sino que ha confiado al Hijo todo el juicio” (Jn 5,22).
El ciclo C nos recuerda que mientras unos se burlaban diciendo: “Si eres tú el Rey de los judíos, sálvate”; el ladrón ajusticiado le decía al Señor: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.
Hoy, en nuestro ciclo B, el apóstol Juan nos lleva al pretorio para que escuchemos el diálogo entre Pilato y Jesús:
-          “¿Eres tú el rey de los judíos?”
Jesús:
-          “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”.
Cuando Pilato le pregunta:
-          “¿Con que tú eres Rey?”
Jesús aclara:
-          “Tú lo dices. Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para dar testimonio de la verdad”.
Jesús es Rey que vence y nos salva a todos.
Es el reino que va por dentro (“está dentro de ustedes”).
Jesús mismo advirtió a los apóstoles que su reino llegaría cuando “sea levantado en alto”, es decir, cuando sea crucificado; como le decía a Nicodemo:
“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre” (Jn 3,14).
También en otros momentos Jesús repitió la misma idea:
“Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre sabréis que Yo soy”.
El reino que nos ofrece Jesús no pertenece a este mundo.
Es espiritual.
Se basa en el nuevo mandamiento: el amor:
“Ámense unos a otros como yo os he amado”.
Jesús es el Rey de la verdad. Es el rey de la vida. Es el rey del amor.
*       Por su parte Daniel, en su párrafo brevísimo, nos dice del Hijo del hombre, que “le dieron poder real y dominio… su dominio es eterno y no pasa; su reino no tendrá fin”.
*       El salmo responsorial es el 92. Es el salmo de la realeza, salmo mesiánico que nos invita a repetir “el Señor reina, vestido de majestad”.
*       En cuanto al versículo aleluyático Marcos, el que fue nuestro compañero en el ciclo B que ya termina, nos recuerda cómo aclamaban a Jesús al entrar en Jerusalén el domingo de Ramos:
“Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro Padre David”.
*       El Apocalipsis nos habla de Jesucristo, “el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra”.
Y después de darnos el motivo por el que debemos glorificarlo, es decir, porque nos ama y nos ha librado del pecado con su muerte y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes, añade:
“A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos”.
En esta sociedad que rechaza a Dios, se repite “no queremos que éste (Jesús) reine sobre nosotros”, y “no tenemos más rey que el César” (¿el dinero?).
Nosotros que sí amamos a Jesús, abrimos el corazón a Cristo Rey para que reine entre nosotros y podamos encontrar la paz que anhelamos.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

14 de noviembre de 2015

Reflexión homilética para el XXXIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

¿A QUÉ HORA SE ACABARÁ EL MUNDO?

Solo falta el domingo de Cristo Rey para terminar el año litúrgico.
Por eso la Iglesia nos invita a reflexionar sobre el final de los tiempos. Y esto tanto a nivel personal como al de toda la humanidad.
*       Esto es precisamente lo que nos dice el verso aleluyático:
“Estad siempre despiertos pidiendo fuerza para manteneros en pie ante el Hijo del hombre”.
Antes de seguir adelante pensemos que hay una invitación a la vigilancia que es una de las virtudes que más necesitamos.
Jesús mismo nos ha dicho:
“Vigilad y orad para no caer en la tentación”.
En cuanto a las lecturas de hoy, traen una invitación más o menos clara, para que tomemos en serio nuestro futuro después de la muerte.
Aunque nos gusta a todos conocer con claridad lo que sucederá, el género literario que utiliza la liturgia en este día se llama “género apocalíptico”, que no es fácil concretar.
*       El profeta Daniel comienza el párrafo de hoy hablando de Miguel, nombre que significa “quién como Dios”.
El profeta dice que este arcángel se preocupa del pueblo del Señor.
Y añade: “Serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora”.
Precisamente en esa situación es cuando se habla muy claramente de la resurrección, aunque estamos todavía en el Antiguo Testamento:
“Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua”.
A continuación nos hace una comparación de la belleza de los elegidos, a los que llama sabios:
“Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, (brillarán) como las estrellas por toda la eternidad”.
Es bueno que recordemos también otro pasaje del Antiguo Testamento que nos habla claramente de la resurrección (2M 7,14):
“Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida”.
Esto es lo que dijo el tercer mártir de la familia de los macabeos al tirano.
*       En cuanto a la segunda lectura, hoy concluimos con el último párrafo de la carta a los Hebreos que nos presenta la liturgia en los últimos domingos.
Es un párrafo sencillo que te invito a leer y meditar.
Primero habla, una vez más, de los sacerdotes del Antiguo Testamento:
“Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados”.
En cambio, oímos en este día la grandeza del sacerdocio de Cristo:
“Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies”.
Es decir, que debemos amar y admirar a Jesús porque “con una sola ofrenda (la del Calvario) ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados”.
*       El salmo responsorial (15) nos pide que cuando pensemos en el futuro mejor, tengamos presente que la herencia mejor para toda la eternidad es Dios:
“El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano… por eso se me alegra el corazón… porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción”.
Que este salmo nos llene de esperanza en la fidelidad de Dios y nos permita repetir con alegría las palabras del salmista:
“Me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha”.
Y cuando repitamos la antífona del salmo será bueno que le digamos a Dios, con sinceridad, con mucha fe y esperanza:
“Protégeme Dios mío que me refugio en ti”.
*       En cuanto al Evangelio refiriéndose a la pregunta que todo ser humano lleva a flor de labios, Jesús, como quitándole importancia, dice simplemente:
“En aquellos días”.
¿Y qué sucederá entonces?
Siguiendo el mismo género literario de Daniel nos habla de “después de esa gran angustia el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”.
Si quieres saber a qué se refiere esa “angustia” la respuesta la puedes encontrar en los versículos anteriores de este capítulo trece de San Marcos.
El profeta Daniel nos recordaba que el Hijo del hombre sube al cielo en una nube hasta “llegar al anciano”, ahora San Marcos lo hace bajar del cielo de una manera similar, entre nubes, “con el poder recibido de Dios”.
Y entonces “enviará a los ángeles para reunir a los elegidos…”
Aludiendo a la parábola de la higuera nos pide que cuando “veáis suceder esto, sabed que Él está cerca, a la puerta”.
Finalmente, como respondiendo a una pregunta que varias veces le hicieron sus mismos discípulos, Jesús completa:
“En cuanto al día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.
Quizá te extrañe que diga Jesús que el Hijo no lo sabe. La verdad es que Jesucristo, como Dios lo sabía todo, pero como hombre debía atenerse a decir lo que había determinado la voluntad del Padre.
La intención de Jesús es que estemos siempre bien preparados y  no nos importará el momento exacto que sabemos será una gozada.
José Ignacio Alemany Grau, obispo