25 de agosto de 2017

LAS LLAVES DE PEDRO

Reflexión homilética para el XXI domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
La idea central de este domingo nos lleva al momento en que Jesús hizo público que iba a fundar “mi Iglesia” sobre Pedro.
En ella interviene la Santísima Trinidad a la que Pablo nos invita a glorificar por sus planes maravillosos.
Además, interviene directamente el Padre revelando a Pedro que Jesús es su Hijo.
*        Isaías
La lectura del profeta se refiere a Sobná, el mayordomo del palacio de Jerusalén, que actuaba como ambicioso funcionario. Dios lo saca de su oficio y pone a Eleaquín, hijo de Elcías. A este lo exalta el Señor y es fácil encontrar la razón por la cual la liturgia de hoy nos presenta este texto.  
Según la Biblia de Jerusalén: “Abrir y cerrar las puertas de la casa del rey era una misión del visir egipcio cuyo equivalente en Israel es el maestro del palacio”.
Esa será la función de Pedro en la Iglesia, Reino de Dios.
Este texto también nos invita a leer el Apocalipsis (3,7):
“Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, de forma que si Él abre, nadie cierra y si Él cierra, nadie abre”.
Completando la idea recordemos la antífona de adviento, aplicada a Jesús:
“Oh llave de David y cetro de la casa de Israel”.
Con esto entenderemos más fácilmente el Evangelio de hoy.
*        Salmo responsorial (137)
Nos invita a cantar las maravillas del Señor y nos hace ver cuáles son los motivos especiales de esta acción de gracias: Dios escucha nuestras peticiones.
“Cuando te invoqué me escuchaste”, y así aumentó mi confianza en ti…
Gracias por la misericordia del Señor. Porque la preferencia del Señor son los humildes.
*        San Pablo a los Romanos
En este domingo seguimos leyendo la carta a los Romanos.
Después de haber exaltado la fidelidad del Señor con Israel, según hemos meditado en los domingos anteriores, Pablo entona un precioso himno a la grandeza del Señor cuya maravilla, en las lecturas de hoy, se encuentra en la fundación de la Iglesia para salvación de todos.
Dios es infinitamente más que todo lo que nosotros podemos imaginar.
Meditemos, pues, con fe:
“Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios. Qué insondables sus decisiones… Él es el origen, guía y meta del universo. A Él la gloria por los siglos”.
*        Verso aleluyático
Nos recuerda la parte del Evangelio de hoy, en la que Jesús, empleando una hermosa comparación, dice a Pedro:
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no la derrotarán”.
*        El Evangelio
Empecemos recordando que la palabra “Iglesia” equivale a “asamblea” o “comunidad” que aparece varias veces en el Antiguo Testamento, refiriéndose al pueblo de Dios.
Por eso el nombre que Jesús da a su comunidad es la continuidad, en cierto sentido, del Antiguo Testamento.
La Iglesia es el nuevo Pueblo de Jesús, el Reino, la nueva alianza.
Al hablar de la “confesión de fe” de Pedro, es el mismo Jesús quien nos advierte que es el Padre Dios el que ha revelado a Pedro quien es Jesús.
Recordemos que Jesús dijo un día “nadie conoce al Hijo sino el Padre”.
Cuando fuimos a Roma para la visita ad limina me impresionó ver que delante del altar donde concelebrábamos los Obispos del Perú, y separado por unos cristales, estaba el sepulcro de San Pedro.
Quizá no era eso lo que Jesús quería decir… pero es maravilloso pensar que hasta materialmente “sobre Pedro” está construida la basílica de San Pedro en el Vaticano.
Cuando Jesús dice “mi Iglesia”, está claro que no venía de parte del Padre a fundar una comunidad con todos los medios de salvación para que luego los hombres hicieran un montón de iglesias diciendo que todas ellas valen igual para salvarse.
Dios llama a todos, pero dentro de esa maravilla que es la Iglesia que fundó Jesús sobre Pedro.
Es cierto que quienes estamos en la Iglesia podemos tener una serie de defectos y pecados de una forma similar a los otros hombres, pero buscamos a Jesús y somos testigos de que por más problemas que dentro y fuera podamos encontrar,  “las puertas del mal no prevalecerán contra ella”.
En cuanto a “las llaves para abrir y cerrar”… ya hemos visto en la primera lo que significa:
Jesús ha escogido a Pedro como su vicario, como su representante en la tierra.
Respecto a “atar y desatar”, también sabemos que en el lenguaje judicial significa “prohibir o permitir”, “declarar lícito o ilícito”, es decir, el poder que Jesucristo otorga a Pedro para perdonar.
Esto es lo que Pedro, como representante de Cristo, significa para nosotros.
Amigos, amemos a la Iglesia y que nuestra vida sea el espejo de nuestra fe. Aprovechemos este día para agradecer a Dios el habernos acogido en su Iglesia.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

18 de agosto de 2017

DIOS LLAMA A TODOS

Reflexión homilética para el XX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
En el libro de Isaías Dios pide a su pueblo: “guardad el derecho y practicad la justicia que mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria”.
Después, el Señor les dice a los israelitas cómo Él acogerá  a todos los extranjeros que quieran pertenecer a su pueblo “guardando el sábado, perseverando en la alianza con Él…”.
Es la gran apertura de Dios a todos los pueblos que leemos como una profecía en tiempos de este gran profeta.
El Señor promete llevar al monte santo y alegrar en su casa, que es casa de oración, a todos los pueblos.
Ten presente que la casa de Dios, donde tú también vas a rezar, es casa de oración y fe. Demuéstralo en tu silencio, tus actitudes y hasta en tu vestido.
*       Salmo 66
Los Santos Padres ven en un detalle de este salmo (que precisamente no se lee hoy en la Santa Misa) algo muy especial y aplican a María estas palabras: “la tierra ha dado su fruto”.
Para ellos María ha sido como la tierra fecunda que ha dado el “ciento por uno” y su fruto bendito ha sido Jesús.
El mismo salmo canta la alegría de Israel que espera el día en “que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”.
Y por nuestra parte, aprovechemos para pedir a Dios con el salmista:
“Que Dios tenga piedad y nos bendiga, que ilumine su rostro sobre nosotros, conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación”.
En este último versículo podemos advertir un eco del tema del día en el que nos encontramos a Dios ofreciendo la salvación a todos los pueblos de la tierra.
*       San Pablo a los Romanos
El apóstol resalta un párrafo interesante que es continuación de lo que leímos el domingo anterior.
El pueblo de Israel, al que perteneció Pablo, rechazó a Jesús. Entonces el Señor, por medio de los apóstoles llamó a todos los pueblos, para que aprovecharan la salvación que el Mesías prometido había realizado con su pasión, muerte y resurrección.
Pablo, sirviendo al Evangelio, hizo realidad este plan de Dios y por eso se reconoce como “apóstol de los gentiles”.
¿Qué pasará entonces con el pueblo judío predilecto de Dios en el Antiguo Testamento?
Pablo hace una consideración muy especial:
Ellos no aceptaron al Mesías tan esperado y al abandonarlo y separarse de Él, Jesús fue una bendición para todo el mundo.
Pablo afirma que volverán y su regreso será una bendición mucho mayor para todos.
En la Iglesia siempre hemos esperado “a nuestros hermanos mayores” y pedimos a Dios que se encuentren con Jesús.
*       Verso aleluyático
Como una confirmación del tema central de este domingo el versículo de Mateo (4,32) nos dice que Jesús proclamaba el Evangelio del Reino “curando las dolencias del pueblo”; es decir, estaba cumpliendo su misión de evangelizar por todas partes, incluso el Evangelio de hoy nos lo presenta fuera del territorio de Israel.
*       Evangelio de San Mateo
Jesús, según el Evangelio de hoy, salió del territorio de Israel, que era propiamente el lugar donde tenía que evangelizar, y llegó hasta Tiro y Sidón. La fama de Él había llegado hasta allí. y una mujer, saliendo “de aquellos lugares”, le gritó, y su grito era extraño porque no le dolía nada a ella sino que el hecho de ser madre le hacía sufrir por su hija:
“Ten compasión de mí, que mi hija tiene un demonio muy malo”.
Los discípulos, que no habían recibido el Espíritu Santo por cierto, le pedían a Jesús un milagro solamente porque les molestaban los gritos de aquella mujer.
En ese momento Jesús actúa, ciertamente, de una manera extraña:
“No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
Ante esta respuesta ofensiva, humanamente hablando, la mujer tenía muchos motivos para molestarse y mandar a todos a paseo; sin embargo, se postró delante de Jesús y le dio una respuesta maravillosa que san Agustín explica diciendo que mientras por una parte Jesús probaba su fe con el insulto, por otra parte la animaba para mantener su fe en el Señor.
La respuesta serena y dulce de la madre le arranca el milagro a Jesús:
“Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”.
Fue la gran lección que venció el amor de Jesús y seguro que quedó grabado en el corazón de los apóstoles. Jesús mismo afirmó: “mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
Y se curó la hija y la madre se fue feliz.
Esta es la gran lección para nuestra fe: confiar siempre en el Señor y estar seguros de que, aunque se nos haga extraño tarde o pronto Él nos escucha.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

11 de agosto de 2017

LOCOS POR EL SEÑOR

Reflexión homilética para el XIX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A

El gran Elías es un modelo para todos nosotros. Fiel hasta la locura a la misión que Dios le había confiado, soportó todas las dificultades desde el inicio como profeta hasta que un carro de fuego lo arrebató.
Elías fue el representante de los profetas que se apareció en el Tabor, junto con Moisés, en la transfiguración de nuestro Señor Jesucristo.
Fue fiel. Acabó con los sacerdotes que daban culto idolátrico a Baal. Precisamente por esto Jezabel, la reina, amenazó a Elías con matarlo “antes de mañana”.
Tuvo que huir. En el desierto el Señor le envió un ángel que le dijo:
“Levántate y come”.
Rico pan y agua fresca.
Segunda vez lo despertó el ángel y le repitió:
“Levántate y come, que el camino es largo”.
En este alimento los Santos Padres ven un símbolo de la Eucaristía que todos necesitamos para caminar por el mundo, porque el camino hacia la Patria es largo.
“Cuarenta días y noches” caminó por el desierto Elías.
Esto nos recuerda los cuarenta días que Jesús estuvo en el desierto y cómo también los ángeles le servían.
Llega Elías al monte Horeb (el Sinaí). Dios se manifiesta en la brisa suave y no entre truenos o terremotos, como en otras ocasiones. El Señor le pregunta: “¿qué te trae por aquí?”.
Elías dice su verdad: “ardo en celo por el Señor”. Es como decir “me trae la pasión por mi Dios”.
En realidad ese era el resumen de la vida del profeta Elías: loco por Dios.
Amigo, ¿vives tú apasionado por Dios?
¿Es Dios el amor de tu vida?
Con esta explicación entenderás mejor la parte del libro primero de Reyes que leemos hoy.
*       Salmo responsorial (84)
Misericordia, fidelidad, justicia y paz.
Este es el canto del salmo responsorial que nos presenta a Dios y nos invita a escucharlo:
“Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo… La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan… La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos”.
*       Lectura de la Carta a los Romanos
San Pablo enamorado de Cristo no dejó de amar a su pueblo Israel y nos da una prueba de su amor llegando a decir: “siento una gran pena y un dolor incesante en mi corazón pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo”, es decir, que estaba dispuesto a condenarse para salvar a los de su raza. Solo un loco de amor puede decir esto.
*       Evangelio
El Evangelio de San Mateo nos enseña cosas muy importantes de la vida de Jesús. Veamos brevemente:
+ Jesús ha dado de comer a la multitud y apura a los discípulos para que se vayan en la barca a la otra orilla.
+ Él despacha a la gente porque busca la soledad.
+ Él solo sube al monte y permanece toda la noche en comunicación con su Padre.
Tenemos que aprender de Jesús a buscar tiempos largos para la oración.
+ Los discípulos reman contra el viento y se hace larga la llegada a la otra orilla.
+ Jesús, quizá con un tanto de humor, se acerca a ellos caminando sobre el agua.
Ellos se asustan.
Jesús los anima: “Ánimo, soy yo, no tengan miedo”.
+ Pedro, impulsivo como siempre, le pide caminar sobre el agua. Jesús le dice: “Ven”.
Cuando Pedro se ve caminando entre la barca y Jesús, se le apaga la fe y empieza a hundirse.
Sin embargo de nuevo le brota la fe y le dice: “Señor, sálvame”.
Jesús le advierte: “Qué poca fe. ¿Por qué has dudado?”
+ El Evangelio de hoy termina con un acto de fe impresionante por parte de los apóstoles que al haber contemplado a Jesús y a Pedro, exclamaron:
“Realmente eres hijo de Dios”.
Amigos, ¿hasta dónde llega nuestra fe?
¿No seremos un poco como Pedro que cree… duda… vuelve a creer…?
Señor Jesús, aumenta nuestra fe.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

4 de agosto de 2017

LA VOZ DEL PADRE EN LA TRANSFIGURACIÓN: ESCÚCHENLO

El misterio de la transfiguración de Jesús del que hablamos hoy encierra maravillas que no solamente se refieren a Jesucristo, sino como dice el prefacio de este día, es para alentar “la esperanza de la Iglesia, al revelar en sí mismo la claridad que brillará un día en todo el Cuerpo que le reconoce como Cabeza suya”.
Entre los miembros de este Cuerpo estamos tú y yo, ¿no es cierto?
1.             La visión de Daniel
En la visión de Daniel de la primera lectura, aparece “un anciano… su vestido era blanco como la nieve y su cabello era como lana limpísima”.
Sin duda quiere representar a Dios mismo con características que manifiestan su grandeza y eternidad.
Daniel durante la “visión nocturna vio venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre que se acercó al anciano y se presentó ante él”.
Seguramente has recordado las palabras de Jesús ante el sanedrín cuando solemnemente dijo:
“Desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo”.
Este es Jesús que se llamó a sí mismo Hijo del hombre y que hoy Daniel dice que “le dieron poder real y dominio. Todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno”.
Este es el Jesús que hoy nos presentará, aunque de manera muy breve, el Evangelio de la transfiguración.
2.            El salmo 96
Nos habla del señorío de Dios y por tanto de Jesucristo que es Dios. Precisamente para resaltar la grandeza de Jesús se pone hoy este salmo:
“El Señor reina Altísimo sobre toda la tierra”.
Esta es la parte que repetiremos todos con fe, mientras el lector continúa resaltando la belleza de su reinado:
“El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables…
Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra”.
Glorifiquemos gozosos al Hijo de Dios como hoy nos pide nuestro Padre Dios.
3.            San Pedro
En su segunda carta San Pedro, recordándonos que él estuvo allí presente, alude a la transfiguración con estas palabras:
Jesucristo, “Él recibió de Dios Padre honra y gloria cuando la sublime gloria le trajo aquella voz: ‘este es mi Hijo amado, mi predilecto’”.
Al recordar estas palabras del Padre Dios a Jesús, Pedro nos anima a fiarnos de las Escrituras porque han sido inspiradas por el Señor.
4.            Versículo aleluyático
Nos recalca las palabras del Padre en la transfiguración. Es de advertir que en este momento el evangelista añade una palabra muy importante al mensaje del Padre en el bautismo de Jesús.
Esta palabra es un mandato: “¡Escúchenlo!”
Tenemos que meditar largamente este mandato del Padre, puesto que el Verbo de Dios encarnado es la Palabra engendrada en la eternidad por el Padre Dios y ahora nos la entrega para que en ella podamos conocer todo lo que Dios quiere de nosotros.
5.            Evangelio
Examinemos la escena que nos presenta hoy San Mateo.
Los tres discípulos han subido con Jesús a un monte alto que es el Tabor.
En un momento de oración, sin duda, hay una manifestación trinitaria que resalta la grandeza de Jesucristo.
“La nube” que lo envuelve todo, como en otras manifestaciones, es el Espíritu Santo.
En ese momento se oye una voz que, por lo que dice, sabemos que es del Padre:
“Este es mi Hijo amado, escuchadle”.
La segunda Persona aparece resplandeciente con belleza más divina que humana.
Por otra parte, como en sumisión a la Palabra del Padre, aparecen los representantes de la ley y los profetas, Moisés y Elías, conversando con Jesús sobre su muerte.
Se ve a los discípulos derribados en el suelo, impresionados, ante la grandeza de tal manifestación.
Está claro que con esta Transfiguración Jesucristo quiere fortalecer la fe de sus apóstoles para el momento de la pasión y crucifixión.
Por eso se explica que cuando acaba todo, Jesucristo dice a sus apóstoles:
“No contéis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Amigo, meditemos cómo nos enseña la Iglesia que esta transfiguración de Jesús es para todos nosotros la esperanza cierta de que también un día nuestro cuerpo, unido al alma, será transfigurado en el cielo con Dios para siempre.

José Ignacio Alemany Grau, obispo