4 de agosto de 2017

LA VOZ DEL PADRE EN LA TRANSFIGURACIÓN: ESCÚCHENLO

El misterio de la transfiguración de Jesús del que hablamos hoy encierra maravillas que no solamente se refieren a Jesucristo, sino como dice el prefacio de este día, es para alentar “la esperanza de la Iglesia, al revelar en sí mismo la claridad que brillará un día en todo el Cuerpo que le reconoce como Cabeza suya”.
Entre los miembros de este Cuerpo estamos tú y yo, ¿no es cierto?
1.             La visión de Daniel
En la visión de Daniel de la primera lectura, aparece “un anciano… su vestido era blanco como la nieve y su cabello era como lana limpísima”.
Sin duda quiere representar a Dios mismo con características que manifiestan su grandeza y eternidad.
Daniel durante la “visión nocturna vio venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre que se acercó al anciano y se presentó ante él”.
Seguramente has recordado las palabras de Jesús ante el sanedrín cuando solemnemente dijo:
“Desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo”.
Este es Jesús que se llamó a sí mismo Hijo del hombre y que hoy Daniel dice que “le dieron poder real y dominio. Todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno”.
Este es el Jesús que hoy nos presentará, aunque de manera muy breve, el Evangelio de la transfiguración.
2.            El salmo 96
Nos habla del señorío de Dios y por tanto de Jesucristo que es Dios. Precisamente para resaltar la grandeza de Jesús se pone hoy este salmo:
“El Señor reina Altísimo sobre toda la tierra”.
Esta es la parte que repetiremos todos con fe, mientras el lector continúa resaltando la belleza de su reinado:
“El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables…
Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra”.
Glorifiquemos gozosos al Hijo de Dios como hoy nos pide nuestro Padre Dios.
3.            San Pedro
En su segunda carta San Pedro, recordándonos que él estuvo allí presente, alude a la transfiguración con estas palabras:
Jesucristo, “Él recibió de Dios Padre honra y gloria cuando la sublime gloria le trajo aquella voz: ‘este es mi Hijo amado, mi predilecto’”.
Al recordar estas palabras del Padre Dios a Jesús, Pedro nos anima a fiarnos de las Escrituras porque han sido inspiradas por el Señor.
4.            Versículo aleluyático
Nos recalca las palabras del Padre en la transfiguración. Es de advertir que en este momento el evangelista añade una palabra muy importante al mensaje del Padre en el bautismo de Jesús.
Esta palabra es un mandato: “¡Escúchenlo!”
Tenemos que meditar largamente este mandato del Padre, puesto que el Verbo de Dios encarnado es la Palabra engendrada en la eternidad por el Padre Dios y ahora nos la entrega para que en ella podamos conocer todo lo que Dios quiere de nosotros.
5.            Evangelio
Examinemos la escena que nos presenta hoy San Mateo.
Los tres discípulos han subido con Jesús a un monte alto que es el Tabor.
En un momento de oración, sin duda, hay una manifestación trinitaria que resalta la grandeza de Jesucristo.
“La nube” que lo envuelve todo, como en otras manifestaciones, es el Espíritu Santo.
En ese momento se oye una voz que, por lo que dice, sabemos que es del Padre:
“Este es mi Hijo amado, escuchadle”.
La segunda Persona aparece resplandeciente con belleza más divina que humana.
Por otra parte, como en sumisión a la Palabra del Padre, aparecen los representantes de la ley y los profetas, Moisés y Elías, conversando con Jesús sobre su muerte.
Se ve a los discípulos derribados en el suelo, impresionados, ante la grandeza de tal manifestación.
Está claro que con esta Transfiguración Jesucristo quiere fortalecer la fe de sus apóstoles para el momento de la pasión y crucifixión.
Por eso se explica que cuando acaba todo, Jesucristo dice a sus apóstoles:
“No contéis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Amigo, meditemos cómo nos enseña la Iglesia que esta transfiguración de Jesús es para todos nosotros la esperanza cierta de que también un día nuestro cuerpo, unido al alma, será transfigurado en el cielo con Dios para siempre.

José Ignacio Alemany Grau, obispo